Las personas necesitamos objetivos, faros que nos guíen y los números redondos siempre son un buen anclaje. Por eso el año 2020 es un enorme contenedor de hitos a todos los niveles, también en la industria Fintech, y 2019 es el último año para confirmar que se llegó (o no) a ellos. Nos esperan doce apasionantes meses en los que se vivirá una interesante carrera, no exenta de obstáculos, pero seguro repleta de emociones fuertes donde destacará, por encima de todo, el afán por normativizar y regular la gran explosión del open banking en que vivimos sumidos desde hace aproximadamente un lustro.
Después de algunos años de muchísimas innovaciones en pagos, automatizaciones y apertura de datos, el mercado ha decretado ya la necesidad de regular toda la pléyade de opciones y servicios. Es el peaje necesario para dar el salto de los early adopters al mercado de masas a nivel global, algo que ocurrirá de una forma muy rápida y espectacular por el volumen de clientes en las regiones menos bancarizadas a nivel tradicional: América Latina y, sobre todo, África.
Es, pues, un gran año para la pata ‘Regtech’ de esta industria, un sector clave que abre este listado de tendencias:
1. El año del ‘Regtech’
Se calcula que alrededor del 15% de la fuerza laboral de toda la industria financiera en su conjunto se dedica a labores de ‘Compliance’, un porcentaje que acabaría aumentando considerablemente debido al aumento del afán regulador de las instituciones, si no fuera por el creciente número de soluciones de ‘Regtech’ que permiten a las grandes instituciones financieras implementar tecnología en lugar de contratar a más empleados para estas labores. Desde los informes regulatorios, las verificaciones de cumplimiento, la gestión de riesgos, el monitoreo de transacciones hasta el ámbito ‘Know-Your-Customer’ (KYC) o ‘Anti-Money Laundering’ (AML), ya hay toda una pléyade de startups y empresas de todo tipo que ofrecen soluciones tecnológicas que abaratan costes y tiempos. Servicios que además ofrecen unos retornos sobre inversión (ROI) que para grandes entidades pueden darse en cuestión de meses desde su adopción. Un ejemplo: Rabobank, un gran banco con sede en Holanda, hizo que su equipo de ‘Compliance’ implementara una solución ‘Regtech’ de gestión de riesgos que redujo los controles de cumplimiento de quince a tres minutos. Algunos expertos vaticinan que la inversión en ‘Regtech’ en el sector de servicios financieros aumentará un -no es una errata- 500% para 2020, pasando de 10.600 millones de dólares en 2017 a más de 53.000 millones en 2020.
2. Automatización y RPA
La Automatización Robótica de Procesos (RPA en sus siglas en inglés) es en realidad un software que se encarga ya de los procesos humanos repetitivos utilizando la misma interfaz de aplicación que un humano, pero eliminando las ineficiencias humanas. Por ejemplo, un robot podría realizar una tarea de introducción de datos utilizando Microsoft Excel (o cualquier otro) y el software CRM de la empresa. Al igual que ocurre con los softwares del ‘Regtech’ que acabamos de ver, tienen un ROI muy temprano (entre 3 y 8 meses solamente, según se concluyó en el Fintech Symposium 2018) y es por esto que se espera una adopción masiva. El RPA ayudará a los bancos a aumentar la eficiencia y eliminar el tiempo perdido, especialmente cuando se trata de tareas tediosas y fácilmente repetibles.
3. Conversational banking
Empecemos este apartado con tres datos demoledores: el 64% de las personas prefiere mensajear que llamar o escribir correos; el 64% está más dispuesta a comprar o contratar un servicio si previamente ha chateado con la marca y -ojo- un 80% está deseando hacerlo. Son cifras de un estudio realizado por Accenture, que según esta consultora han llegado para quedarse y explotar durante este 2019 gracias a tres tendencias claramente consolidadas: La gente lo prefiere (como ya se ha visto); la Inteligencia Artificial (el motor de toda CUI) ya está suficientemente madura para el ‘Business to Customer’ (B2C) y satisface las llamadas ‘expectativas líquidas’ -con permiso de Bauman– de los nuevos usuarios de los servicios de open banking, ya acostumbrados a demandar y disfrutar de productos y servicios sin las rigideces de antaño.
Al fin y al cabo, una interfaz basada en las palabras es modulable en tiempo real, al contrario que las tradicionales interfaces gráficas, que necesitan diseño, desarrollo e implementación. También hay voces, nunca mejor dicho, que dicen que el siguiente paso de las CUI es que sean por voz y hablemos ya de ‘Voice Banking’.
4. Más población bancarizada
Si algo hay que pedirle siempre a una nueva tecnología es que rompa brechas y sea lo más accesible posible. Las que mueven la industria Fintech están logrando que cada vez más personas de todo el mundo tengan acceso a los servicios bancarios, algo que en países como España no es un grave problema, pero sí en otros como Reino Unido, donde más de 1,5 millones de adultos no tienen ningún producto bancario, ni siquiera una cuenta o una tarjeta.
No estar bancarizado, más allá de los casos en que sea una legítima opción personal, puede suponer la diferencia entre poder recibir servicios de sanidad, educación u otros básicos o no recibirlos. En amplias zonas como América Latina y, sobre todo, África, la inclusión financiera siempre fue muy baja y desde hace ya algunos años, gracias a los teléfonos móviles, esto empezó a cambiar. En la África subsahariana, por ejemplo, en apenas tres años se dobló el número de personas con cuentas de pago vía móvil, según el Banco Mundial. En 2017 ya se procesaban más de 1.000 millones de dólares en pagos móviles al día en todo el mundo. Los expertos prevén que está cifra crecerá un 60% para 2020 y que lo hará en un 75% en América Latina y África, abriendo de paso la puerta a la bancarización digital de millones de personas en estas zonas.
5. Declive del dinero físico
En Suecia, tan sólo el 1% de las transacciones se realizaron con dinero en efectivo ya en 2016. Algunos comercios, directamente, no aceptan el pago en efectivo y más de la mitad afirman que dejarán de aceptarlo antes de 2025. Sin llegar tan lejos como este país nórdico, el país europeo con mayor volumen de pagos sin efectivo es el Reino Unido, con 10,67 billones de euros de volumen en 2017. En España, esta cifra se reduce a 1,16 billones. La llegada de sistemas de pago todavía más cómodos que la tarjeta tradicional, como el contactless que permite la tecnología NFC, están envejeciendo al dinero en efectivo a gran velocidad. Los pagos más habituales de esta forma se dan en el transporte público (91% de los pagos), comida (53%) y libros y revistas (49%), según un estudio conducido en Reino Unido, que sitúa también a los más jóvenes como los más abiertos a este tipo de pagos y a las personas más mayores como las menos predispuestas.
6. Desarrollo imparable del open banking
Ligada a las seis tendencias anteriores tenemos esta última y transversal a todas ellas. El advenimiento del open banking, entendido como el empoderamiento del cliente a quien se le da control total de sus datos para que estos puedan compartirse entre diferentes compañías (su banco, la startup que le ayuda con sus cuentas del día a día a través de una app, etc.), lo ha cambiado todo y lo va a seguir haciendo. Según un estudio de Deloitte, durante este 2019 algunos bancos reemplazarán completamente sus viejos sistemas heredados, mientras que otros están apostando por los microservicios y las aplicaciones en la nube, mientras reducen gradualmente la dependencia de los sistemas anteriores. Según esta consultora, en los próximos 12 meses, el 22% de los bancos habrá desplegado ya sus propias plataformas de APIs y el 39% estará trabajando plenamente en ello; el 30% ya habrá lanzado sus propias plataformas de Big Data y el 30% estará en ello; y el 22% habrá implementado sus propias plataformas de inteligencia artificial y machine learning para -por ejemplo- alimentar sus CUI, y el 36% estará trabajando duramente en ello para no quedarse atrás. Todo esto nos llevará a un escenario que resume muy bien una respuesta de Andre Durand, CEO de la fintech Ping Identity, a una pregunta en una entrevista para McKinsey: “La belleza del open banking es que ha eliminado gran parte de la ambigüedad y la interoperabilidad resultante será masiva”.
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