Radiografía de una API: ¿cómo funciona realmente?

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Radiografía de una API: ¿cómo funciona realmente?
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Hubo un tiempo en el que las APIs solo se empleaban para desarrollar herramientas para sistemas operativos como Windows. A pocos les sonaban unas siglas que hoy forman parte del vocabulario no solo de todos los desarrolladores, sino de casi cualquier empresa que ofrezca productos o servicios en internet.

Aunque suelen definirse simplemente como un mecanismo de comunicación entre distintos programas, webs y aplicaciones, las entrañas de estas ventanas tecnológicas están hechas de código.

Los desarrolladores plasman en lenguaje de programación una serie de reglas y especificaciones para que dos softwares puedan entenderse. Según el tipo de normas que incorpore, una API puede servir para que una aplicación interactúe con un sistema operativo (como las WinAPI), con una base de datos (DBMS) o con protocolos de comunicaciones.

En internet, sin embargo, se utilizan principalmente las originalmente conocidas como RESTful API. La primera parte de su nombre viene de Transferencia de Estado Representacional (sus siglas en inglés son REST), el estilo de arquitectura de software que rige la Web: una serie de normas que deben cumplir todos los elementos del sistema hipermedia y que marcan sus interacciones y las interpretaciones que hacen de los datos.

Hoy, el significado de REST se ha ampliado para designar cualquier interfaz entre sistemas que utilicen el protocolo HTTP para comunicarse, intercambiar datos u ordenar la ejecución de operaciones. Y este es el procedimiento que siguen las APIs en internet, de ahí que inicialmente se les añadiera el término, que muchas veces se obvia.

Ahorro en tiempo y recursos

Gracias a estas interfaces, los desarrolladores de una web o aplicación pueden utilizar datos o funciones creadas por otra plataforma, sin necesidad de tener que programarlas de cero, ni de que quien les presta sus herramientas tenga que dar detalles sobre ellas (aunque sí ponen restricciones a su uso). De ahí que, en términos informáticos, se las considere una capa o nivel de abstracción, una forma de ocultar cómo se ejecutan realmente las operaciones.

Así, las API especifican las funcionalidades de una biblioteca (el menú completo de servicios) que su dueño deja disponible para terceros, y detallan las rutas que el software externo debe seguir para acceder a ellas.

A su vez, la herramienta foránea está diseñada para hacerle peticiones concretas e interpretar las respuestas. Por ejemplo, si una aplicación quiere integrar un mapa de Googe Maps, sus desarrolladores deben programarla para que sepa comunicarse con la API de Google Maps e integrar correctamente el plano que esta le brinda. Entre otros muchos gigantes, Twitter, Facebook o Amazon ofrecen sus interfaces de programación de aplicaciones en formato REST. 

Otras plataformas, sin embargo, utilizan el protocolo de comunicaciones SOAP (de Simple Object Access Protocol), un sistema alternativo más antiguo desarrollado por Microsoft para permitir la interacción entre aplicaciones. Su funcionamiento, basado en el lenguaje XML para que los servicios web intercambien peticiones y respuestas, es sencillo, pero aplicarlo requiere un esfuerzo extra por parte de los desarrolladores, debido a lo costoso que resulta cambiar las interfaces de programación.

Entender el funcionamiento de las APIs y el entramado de comunicación que protagonizan es complejo, pero conocer sus fundamentos resulta imprescindible ahora que se han convertido en el pan de cada día. 

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