Mark Boyd trabajaba en sanidad pública y planificación urbana hace diez años, cuando descubrió las APIs. Investigaba los efectos del consumo de alcohol en diferentes ciudades de Australia, valiéndose de diversas fuentes de datos: licencias de venta de bebidas alcohólicas, disponibilidad de transporte nocturno, quejas de la ciudadanía por ruido o datos policiales sobre peleas callejeras. Entonces se dio cuenta de que las APIs podrían conectar toda esa información y mantener una base de datos siempre actualizada, pero aún no estábamos preparados para hacerlo.
Interesado por el desarrollo de esta industria, todavía en una fase embrionaria, empezó a escribir sobre APIs. Pronto descubrió que, “si se ofrecen correctamente, pueden permitirnos ser cocreadores de nuestras propias vidas”. Pero, ¿cómo?
“No tenemos por qué sentarnos en el sofá a consumir pasivamente los productos que nos venden, podemos ser coinventores”
“Normalmente se nos ofrecen productos acabados, que sus fabricantes creen que necesitamos (…) Pero al avanzar hacia el consumo de servicios digitales, que hace asequible la fabricación de lotes pequeños, podemos personalizar los productos (…) Las APIs hacen todo esto posible. No tenemos por qué sentarnos en el sofá a consumir pasivamente los productos que nos venden, podemos ser coinventores y diseñar lo que nos gusta”, explica Boyd.
Estos mecanismos ya se han introducido en múltiples sectores: desde el musical, permitiendo la creación de listas de canciones a partir de lo que escuchamos en Spotify, al sanitario, donde varias empresas, como MultiplyLabs, utilizan las APIs para crear diagnósticos constantes y liberar cafeína o vitaminas en el cuerpo de una persona cuando tiene menos fuerza, manteniéndola enérgica durante todo el día.
El sector financiero también se ha unido a este ecosistema, donde cada vez más mercados apuestan por su integración. Boyd destaca al Grupo Consultivo de Ayuda a la Población más Pobre del Banco Mundial, que está animando a las entidades bancarias de África, Asia y América Latina a adoptar APIs para reducir la desigualdad económica.
Los bancos que confían en sus clientes para facilitarles la vida
El último de los estudios de APIs bancarias, que realiza anualmente el analista junto a Mehdi Medjaoui, revela que muchos bancos todavía se sienten propietarios de la relación con el cliente y, por ello, no han dado los pasos necesarios hacia el desarrollo del open banking: “durante mucho tiempo, los bancos han tenido como objetivo ganarse la confianza de sus clientes. Ahora son los bancos los que también tienen que confiar en sus clientes (…), en que se quedarán con ellos si aparecen competidores o nuevas oportunidades a causa de la implementación de APIs”.
Si los bancos depositan la confianza necesaria en sus clientes y crean sus propias plataformas de Open APIs, “pueden hacer que nuestras ciudades y comunidades sean más dinámicas y sostenibles”, asegura Boyd, que imagina aplicaciones de estas herramientas a la vida cotidiana:
“En un futuro no muy lejano, gracias a la conexión a través de APIs, podríamos empezar a recibir alertas cuando compremos en lugares donde los embalajes lleven demasiado plástico y recibir la ubicación de comercios más sostenibles. Quizás, los ayuntamientos podrían ofrecer descuentos o incentivos a las empresas que utilizan menos plástico y los bancos podrían ofrecer préstamos para transformar las cadenas de valor para que generen menos plástico”.
El open banking ha recibido un impulso en Europa a través de la nueva normativa PSD2, que exige a las entidades financieras abrir sus datos a terceros (desarrolladores, ‘startups’ y otras entidades del mundo ‘fintech’, conocidos como TPP) para que el cliente se beneficie de una mayor competencia y de mejores servicios. En este contexto, entidades bancarias como BBVA ya han lanzado sus negocios de open banking, apostando por la apertura de sus propias APIs.
Boyd aclara que en Estados Unidos, a pesar de no contar con una exigencia jurídica, muchos bancos con visión de futuro, como Capital One DevExchange, ya están trabajando en las APIs. La diferencia es que “debido a que la PSD2 introduce las mismas APIs para todo el mundo, los desarrolladores pueden crear nuevos servicios más rápido porque pueden ofrecerlos a todos los clientes, no sólo a los vinculados a un banco en concreto, como sucede en EEUU. En Europa se pueden generar a mayor velocidad nuevas formas de ahorro, concesiones de crédito, transferencias o acumulación de riqueza, movimientos que todavía no podemos ni imaginarnos”.
“Si los bancos aprovechan la banca abierta y las APIs, el propio pastel será mucho mayor, así como la parte que obtendrá cada uno”.
Por todo ello, según el analista, este cambio de paradigma no es una amenaza para los bancos, sino una oportunidad que deben aprovechar: “los grandes participantes del mercado tradicional tienen que estar dispuestos a que otros se lleven una parte del pastel (…) porque si los bancos aprovechan la banca abierta y las APIs, el propio pastel será mucho mayor, así como la parte que obtendrá cada uno”.
El experto revela la fórmula para conseguirlo: “los bancos deben convertirse en socios de los nuevos proveedores, imaginarse a sí mismos como una infraestructura, y utilizar los datos agregados para entender y adelantarse a los servicios que demandan las personas.” “La banca puede trabajar con proveedores de comercio electrónico y de viajes para ofrecer préstamos instantáneos durante las compras, con software de contabilidad para que las empresas puedan pagar fácilmente sus impuestos cada trimestre, con empleadores para ofrecer nuevos beneficios a los trabajadores, con vecinos para recaudar fondos para eventos comunitarios o con unidades familiares para facilitar sus pagos”, ejemplifica.
Sin embargo, para Boyd, la llave al desarrollo pleno del open banking reside en la filosofía de los bancos, que “tienen que confiar en que si trabajan para dar apoyo a sus clientes y abren APIs para conectar con otros, seguirán siendo una parte importante de las vidas de las personas cuando estos nuevos servicios se creen o, mejor dicho, se cocreen”.
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